A veces, por más que trabajemos, estudiemos o nos esforcemos, la prosperidad parece no fluir. Los proyectos se estancan, el dinero se escapa o aparecen deudas una y otra vez.
En esos momentos solemos pensar “algo estoy haciendo mal”, sin embargo desde la mirada sistémica puede que el obstáculo no esté solo en el presente, sino en la historia de nuestro sistema familiar.
La herencia que no se ve; cada familia es un tejido de destinos, emociones y lealtades que se transmiten de generación en generación. Así como heredamos rasgos físicos o talentos, también heredamos formas inconscientes de relacionarnos con el dinero, el éxito y la abundancia.
Sin darnos cuenta, podemos estar repitiendo historias de carencia o fracaso que no son nuestras, sino de algún ancestro que sufrió pérdidas, injusticias o exclusión. Lo hacemos por amor, porque a nivel profundo queremos pertenecer al clan y mantener el equilibrio.
Lealtades invisibles
A veces seguimos inconscientemente frases como:
“Si mis padres sufrieron tanto, ¿cómo voy a tener más que ellos?”
“En mi familia, el dinero siempre trajo problemas”
“No quiero parecerme a ese tío que se hizo rico y se volvió arrogante”
Esas lealtades nos llevan a limitar lo que recibimos, aunque racionalmente deseemos prosperar.
En el fondo, el alma familiar busca que nadie quede atrás, y que el amor se mantenga a través de la igualdad o del sacrificio.
Cuando el dinero trae culpa
Si en el pasado hubo pérdidas de tierras, quiebras, robos, herencias injustas o fortunas obtenidas de manera dudosa, el dinero puede quedar cargado de culpa. Los descendientes, queriendo compensar o “limpiar” ese destino, pueden rechazar inconscientemente la prosperidad.
Desde lo sistémico, el dinero en sí no es el problema: lo que pesa es la historia emocional que lo acompaña. La exclusión y la reparación.
Otro obstáculo frecuente ocurre cuando algún miembro de la familia ha sido excluido o juzgado: una persona deshonrada, un pariente que fue rico y lo perdió todo, o alguien que fue olvidado. El sistema buscará incluir a esa persona a través de los descendientes.
A veces, esa inclusión se manifiesta repitiendo su suerte: “yo también lo pierdo todo”, “yo también me quedo sin nada”.
"Cuando reconocemos y honramos a quienes fueron parte del sistema, la energía se libera y podemos ocupar nuestro propio lugar, sin tener que cargar destinos ajenos"
Abrirnos al flujo de la vida
La prosperidad está profundamente ligada a la vida. Cuando miramos a nuestros padres y a nuestros ancestros con respeto y gratitud, más allá de lo que hayan hecho o no, recuperamos la fuerza vital que nos conecta con la abundancia.
Entonces el dinero, el trabajo y las oportunidades comienzan a fluir como una consecuencia natural de estar en sintonía con la vida.
Sanar nuestra relación con la prosperidad no se trata solo de ganar más dinero, sino de reconciliarnos con nuestras raíces.
Cuando dejamos de luchar contra lo que fue, y honramos a todos los que vinieron antes, la vida nos sostiene y el flujo de la prosperidad puede volver a su cauce natural.
¿Y si tu dificultad para prosperar no fuera tuya? A veces, cargamos carencias que pertenecen a quienes vinieron antes: padres, abuelos, bisabuelos…
Mirar con amor esa historia es el primer paso para liberar el flujo de la prosperidad.
“Honrar para soltar. Soltar para recibir”



